El concepto del metaverso, lejos de haber muerto como algunos han proclamado, ha experimentado una transformación profunda que refleja tanto los avances tecnológicos como las expectativas cambiantes de los usuarios. Inicialmente concebido como un espacio virtual inmersivo donde las personas interactuarían a través de avatares en entornos tridimensionales persistentes, el metaverso de Mark Zuckerberg y Meta parecía prometer una revolución similar a la de los smartphones. Sin embargo, la falta de adopción masiva de cascos de realidad virtual como los Meta Quest, junto con una percepción de que el proyecto era más un experimento costoso que una necesidad práctica, llevó a muchos a declarar su defunción. Pero la realidad es que el metaverso no ha desaparecido; ha mutado hacia un enfoque más integrado y menos dependiente de hardware especializado. En lugar de centrarse exclusivamente en mundos virtuales cerrados, las empresas tecnológicas están explorando cómo la realidad aumentada (AR) y la inteligencia artificial (IA) pueden fusionar lo digital con lo físico, creando experiencias más accesibles y útiles. Esta evolución sugiere que el metaverso del futuro no será un destino al que «entremos», sino un conjunto de capas digitales que enriquecen nuestra realidad cotidiana, desde aplicaciones en el trabajo hasta interacciones sociales más inmersivas.
Un pilar clave de esta mutación es la computación espacial, una tecnología que redefine cómo interactuamos con el entorno digital al aprovechar el espacio físico como lienzo interactivo. La computación espacial permite que los dispositivos, como las gafas de realidad aumentada, mapeen y comprendan el mundo tridimensional que nos rodea, superponiendo información digital de manera contextual y natural. Por ejemplo, en lugar de mirar una pantalla plana, podríamos ver hologramas proyectados en nuestra sala de estar o instrucciones flotantes mientras reparamos un electrodoméstico. Esta capacidad depende de avances en sensores, como cámaras SLAM (Simultaneous Localization and Mapping) y sistemas de seguimiento ocular, que hacen posible que las máquinas interpreten el espacio con precisión. Empresas como Meta están apostando fuerte por esta tecnología, viéndola como el puente entre la realidad virtual pura y las aplicaciones prácticas de la AR. La importancia de la computación espacial radica en su potencial para eliminar las barreras entre lo físico y lo digital, haciendo que el metaverso sea menos una escapada y más una extensión orgánica de nuestra vida diaria, accesible sin necesidad de equipos voluminosos o configuraciones complejas.
Otro elemento transformador en esta nueva visión del metaverso es la IA avatarica, que combina inteligencia artificial con representaciones digitales de las personas para crear interacciones más humanas y personalizadas. Lejos de los avatares estáticos o caricaturescos de los primeros días del metaverso, la IA avatarica utiliza modelos de lenguaje avanzados y técnicas de generación de imágenes para producir representaciones realistas que no solo se ven como nosotros, sino que también pueden hablar, reaccionar y adaptarse en tiempo real. Imagina asistir a una reunión virtual donde tu avatar, impulsado por IA, responde preguntas en tu nombre basándose en tus preferencias y conocimientos, o una experiencia social donde los avatares de tus amigos replican sus gestos y tono de voz con una fidelidad asombrosa. Meta, con su asistente Meta AI, ya está explorando cómo integrar estas capacidades en dispositivos como las gafas inteligentes Ray-Ban Meta, permitiendo interacciones más naturales y contextuales. Esta tecnología no solo enriquece el metaverso, sino que también tiene aplicaciones prácticas en telepresencia, educación y entretenimiento, sugiriendo que los avatares del futuro serán más que simples figuras digitales: serán extensiones inteligentes de nuestra identidad.
En cuanto a los últimos avances en dispositivos de AR, las gafas Orion de Meta, presentadas como prototipo en el Meta Connect 2024, representan un hito significativo en esta evolución. Con un peso inferior a 100 gramos y un diseño que recuerda a unas gafas convencionales, Orion utiliza proyectores Micro LED y guías de ondas para superponer hologramas 3D directamente en el mundo real, evitando el enfoque de «passthrough» de otros dispositivos AR. Estas gafas, que funcionan junto a un pequeño dispositivo de procesamiento inalámbrico y una pulsera neuronal para control por gestos, ofrecen capacidades como videollamadas holográficas, juegos interactivos y asistencia contextual mediante Meta AI. Aunque aún no están disponibles comercialmente, su lanzamiento como kit para desarrolladores en 2025 indica que Meta está sentando las bases para una adopción más amplia de la AR. Además, las Ray-Ban Meta de próxima generación, previstas para la segunda mitad de 2025, incluirán pantallas básicas para notificaciones y asistencia, mostrando cómo la empresa está escalando sus ambiciones desde dispositivos funcionales hacia experiencias inmersivas. Estos avances, junto con la competencia de proyectos como las Apple Vision Pro y el Android XR de Samsung, señalan que la AR está madurando rápidamente, acercándonos a un metaverso más práctico y omnipresente.
Mirando hacia los próximos cinco años, hasta 2030, el metaverso probablemente seguirá transformándose, consolidándose como una red de experiencias interconectadas en lugar de un único entorno monolítico. La combinación de computación espacial, IA avatarica y dispositivos AR como las gafas Orion sugiere que para 2030 podríamos ver un mundo donde lo digital y lo físico coexisten de manera fluida: imagina caminar por una ciudad donde las gafas proyectan reseñas de restaurantes en tiempo real, o trabajar en una oficina virtual con colegas holográficos que se sienten tan reales como los físicos. Sin embargo, esta visión enfrenta desafíos, como la accesibilidad económica, la privacidad de datos y la necesidad de software que justifique el uso masivo de estos dispositivos. Si Meta y otras empresas logran superar estas barreras, el metaverso podría convertirse en una herramienta indispensable, similar a internet hoy en día, pero con una dimensión espacial y personal que redefine la interacción humana. En última instancia, el metaverso no habrá muerto ni mutado por completo; habrá madurado en algo nuevo, un ecosistema digital que no reemplaza nuestra realidad, sino que la amplifica de formas que apenas comenzamos a imaginar.